Hace no mas de veinte años, los productores mundiales de vinos, para diferenciarse de los productores de Europa, comenzaron a clasificar el vino de acuerdo a la variedad de uva que se produce.
Según la legislación de nuestro país, un vino puede llevar el nombre de una variedad cuando está compuesto de al menos un 80% de esta variedad de uva.
La personalidad y la estructura del vino está determinada por la variedad de uva, es asi que podemos encontrar la siguiente clasificación:
Considerado el mejor y más fino de los cepajes blancos, produce en la Borgoña francesa vinos caros y muy renombrados.
Es una variedad muy adaptable a distintos climas y en consecuencia se cultiva casi en todas las regiones productoras del mundo. En la Argentina se cultiva con éxito desde Salta hasta Río Negro.
Poseedor de grandes posibilidades de versatilidad, produce desde vinos secos, frescos y fragantes hasta complejos vinos de guarda (elaborados en barriles de roble nuevo, con mucho cuerpo y densidad)
De hecho, sus sabores son muy compatibles con el roble, motivo por el cual la mayoría de los Chardonnay son tratados en roble, tanto en la fermentación como en la crianza. Esto hace que los consumidores confundan los sabores del roble con el sabor del Chardonnay. Si encuentra notas de especies, ahumadas o vainilla en un Chardonnay estas son consecuencia por el paso por madera y no de las características típicas de la variedad.
Originaria del Valle de Loire (Francia), después del Torrontés, el Chenin es la variedad de uva blanca fina más cultivada de la Argentina. Su adaptabilidad a distintos climas y suelos lo hacen uno de los cepajes favoritos de los productores.
No tiene un terruño de preferencia, y se desarrolla bien en todas las regiones argentinas, pero es destacable el de San Rafael, más aromático y frutado que en el resto del país.
Los vinos Chenin no tienen la riqueza y profundidad de los Chardonnay o Riesling, sin embargo son atractivamente frutados y ligeros, siempre con buena acidez que les proporciona frescura.
En su gran mayoría son utilizados para corte, donde aportan su buena acidez y su particular perfume que recuerda al durazno. En determinados cortes hace las veces de elemento moderador de otras variedades más rústicas y voluptuosas, como ocurre en los frecuentes cortes Chenin – Torrontés.
Maravillosa uva alemana también cultivada con éxito en la Alsacia francesa.
Existe poco Riesling en Argentina. No obstante, algunas bodegas han desarrollado buenos varietales a partir de uvas provenientes de viñedos puros, logrando los típicos perfumes cítricos, herbáceos y especiados.
Produce vinos de cuerpo liviano y muy refrescantes, generalmente secos y vibrantes gracias a su alta acidez y bajo tenor alcohólico.
Originario del sudeste de Francia, es la base de todos los vinos blancos secos de Burdeos (dónde se lo suele mezclar con Semillón) y del Valle del Loire (Sancerre y Pouilly-Fumé)
Es un vino algo controvertido gracias a su carácter distintivo con sabores y aromas herbáceos, que resulta delicioso e intrigante a algunos amantes del vino, pero muy pronunciado para otros.
A pesar de tener una escasa implantación, el Sauvignon Blanc ha sido objeto de numerosos esfuerzos por parte de las bodegas argentinas en los últimos años. Merced a un adecuado manejo del viñedo y una cuidadosa elaboración, están apareciendo en el mercado excelentes varietales, con toda la potencia aromática que caracteriza el patrón aceptado internacionalmente de este cepaje.
Un buen Sauvignon Blanc tiene un perfume básicamente vegetal, con sabor a hojas molidas y a veces tonos ahumados y un sabor ligeramente “picante”. El cuerpo puede variar desde vinos gruesos y complejos, con aroma picante hasta, suves y frutados que se bebe fácilmente. Díficilemente se usa roble en su elaboración y no admite guarda.
Gran uva del sudeste francés, es la base del célebre vino dulce Sauternes, pero es muy difícil reproducir sus virtudes fuera de su zona originaria. En esta región en particular el Semillón es atacado por un hongo “podredumbre noble” que concentra el azúcar y permite elaborar un vino dulce con un particular paladar aterciopelado.
Si bien en Argentina existe una importante superficie cultivada con esta variedad, su trascendencia comercial es prácticamente nula, ya que hay muy escasos vinos varietales Semillón.
Sus problemas de acidez en las zonas bajas y su susceptibilidad a la podredumbre son dos de los inconvenientes naturales que han frenado su desarrollo. Existen, sin embargo, dos terruños argentinos ideales para su implantación por sus características climáticas: el Valle de Uco y el Valle de Río Negro. En el primero, el Semillón da vinos ricos y complejos en fruta, con un dejo a miel y una interesante estructura. En Río Negro aparecen acentos minerales y terrosos, con un matiz frutado que recuerda a la manzana.
El Torrontés da lugar al vino más típico de la Argentina entre los blancos. Es una variedad de origen incierto aunque se cree que proviene del Mediterráneo. Es fácil asociarlo con los moscateles, con los cuales tiene un parentesco indudable.
Especialmente en Salta pero también en Mendoza, esta variedad abre un camino para el desarrollo de un vino argentino inigualable. Al igual que el Malbec en las uvas tintas, el Torrontés es una variedad casi exclusiva de nuestro la Argentina.
Su implantación es excelente en el norte del país, sobre todo en Cafayate, donde se logran varietales de atractivo, envolvente y voluptuoso aroma frutado, con dejos especiados y florales.
En boca, un buen Torrontés es sabroso pero a la vez franco y deja un prolongado sabor en el paladar.